Ana C
3 min readMay 7, 2020

Escribo constantemente de lo que me enseñó Papa al irse. Pero rara vez me detengo a reflexionar de lo que me enseñó Mama al quedarse.

La historia no tiene nada de especial; una familia más siendo víctima de una enfermedad terminal. Todo es injusto.

Las leyes que conocíamos desde siempre, de un día al otro se rompieron. El que te cuida necesita cuidados. El más grande y fuerte se desintegra lentamente frente a tus ojos hasta llegar a los huesos. Nada se entiende bien.

Las reglas eran simples: no fumes, no tomes, haz ejercicio, se buena persona. Y Papa cumplía con todo el checklist. Si te apegabas a las normas, su cáncer no tenía justificación. Y es por eso que costaba más entenderlo todo, porque no tenía mucho sentido.

En fin, esta historia no trata de El sino de Ella. Porque siempre le damos más importancia a quién se fue y como nos marcó su partida. Pero es rara la vez que volteamos a ver a quien se quedo y como, tambien, nos marcó para siempre su decisión de quedarse.

Mama la tuvo más dificil que ninguno de nosotros tres. Cierto, nosotros acababamos de perder a nuestro líder, guía y protector. Y a los 12,17 y 19 años seguro que no hay nada mas desestabilizante que eso. Sin embargo teníamos algo; la teníamos a Ella.

Ella acababa de perder a su cómplice, su compañero, su copiloto. Sin embargo, en vez de redireccionar su mirada y encontrar paz, encontraba tres humanitos que la veían con ojos brillantes e inquisitivos.

Pienso mucho de lo que aprendí de Papa al irse. Ya que aprendí lo que es el dolor, de ese que te cala los huesos y te rompe las estructuras internas. De ese que te sacude tan violentamente que no hay muchas fuerzas para seguir despues.

Eventualmente llegaron otras lecciones como la autonomía, la permanencia, la calma despues de la tormenta. Gracias a El ahora el maíz sabe más rico, la lluvia huele más a mojado y un atardecer no es el sol avisándonos que llega la noche sino Dios jugando con acuarelas usando el cielo como lienzo.

El agudo sentido de constante apreciación y agradecimiento se lo debo a El, que se fue.

De Ella entendí la fuerza absoluta. La energía inagotable. Porque solo viendo con tus propios ojos como una mujer se levanta de las cenizas es cómo llegas a entender que estas hecha de fuego. Que nada ni nadie te puede apagar.

Ella me enseñó que siempre hay dos o más caminos, y que el más fácil no siempre es el mejor. Porque ella tambien tuvo que decidir, y decidió quedarse.

Ella me enseñó que mientras exista un propósito claro siempre hay una manera de lograrlo. Ella me enseñó que yo dicto los límites, que yo decreto la sentencia.

A Ella le debo la resilencia. Si yo no paro es porque nunca, hasta la fecha, la he visto detenerse. Si hay algo que pueda contra Ella, todavía no he descubierto que es.

Ella siempre quiso nadar en aguas profundas pero la vida, y las circunstancias, la limitaron a chapotear. Ella que no pudo, hizo todo lo que estaba en sus manos para que yo si pudiera. Ella luchó para que yo tuviera todas las herramientas para volar. No la culpo que ahora que lo he hecho, le de miedo dejarme ir.

Ella disfraza su vulnerabilidad como control. No quiere que nada se le escape, ya que demasiado se ha salido de sus manos anteriormente.

Ella que es la definición de fuerza y entereza. De sacrificio y trabajo duro.

Hoy decidí contarles un poco de lo tanto que me enseño al quedarse. Porque la opción menos dolorosa definitivamente era irse.

Gracias por quedarte. Gracias por ser mi Mama.

Ana C
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Written by Ana C

Chef. Writer. Nomad. Explorer.

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